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sábado, 11 de enero de 2014

Un cuentecito navideño

De Sotirios Moutsanas


Bajo el precioso abeto, decorado con adornos navideños, estaba Susanita abriendo sus regalos radiante de felicidad. Los villancicos sonaban por todo el salón llenando la atmósfera con su magia navideña. En el centro había  una suntuosa mesa colmada de todo tipo de comidas y dulces navideños. En el medio de la mesa había un pavo enorme, dorado y listo para degustar.
— ¡Qué dichosa soy! ¡Cómo les quiero! ¡Feliz Navidad! — dijo Susanita abrazando toda la familia.
— ¡Feliz Navidad, princesita!— le contestaron todos al unísono.
El rumor de una rata hizo despertar a la pequeña niña. Entre los cartones hizo una fuerza descomunal para moverse; pero su pequeño lánguido cuerpo estaba entumecido. El frío, la inanición y la alta fiebre hicieron mella en ella. Su pequeño cuerpecito se estremeció, le pesaron los parpados, se le nublaron los ojos azules y el sueño se apoderó de ella.
 —Susanita, vamos—dijo un niño.
— ¿Quién eres tú? —repuso sorprendida.
 —Yo soy la vida eterna, pero tú llámame Jesusito.
—Y, ¿adónde nos vamos, Jesusito?
—Nos iremos en un mundo donde el hambre no existe; y toda la gente es muy feliz; y donde los niños disfrutan la Navidad en un enorme jardín  eternamente.




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