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viernes, 31 de octubre de 2014

Remordimientos de un pecador, de Sotirios Moutsanas

















 Sotirios Moutsanas termina primero con 1.46,68 los 800 metros entre cinco naciones Alemania , Hungría , Bulgaria , Chipre y Grecia





En la vida todos cometemos equivocaciones. Hay unas leves y otras muy graves, sin embargo, algunas de ellas nos marcan de verdad para toda la vida. Este es mi caso, dándole y dándole  vueltas a mi cabeza, todavía no concibo cómo pude hacer semejante bajeza.

Hay momentos que me pregunto si los seres humanos somos siempre los mismos, o a lo mejor con el tiempo nos transformarnos y nos convertimos en unas personas distintas. Yo tengo cincuenta y siete años. Cuando cometí este repugnante acto, tenía veintidós. Quisiera preguntarles, mis queridos lectores, ¿creéis que uno cuando tiene cuarenta y siete años es el mismo que cuando tenía veintisiete? Personalmente, creo que no. ¡Qué tengo que ver yo un hombre culto, amante de las letras y de los buenos modales con aquel hombre arrogante, narcisista y adorador de libertinaje! ¡Aquel que era yo a los veintidós!

No, por Dios.                               

Les aseguro que ni me asemejo a ese sujeto.

Ahora, amigos, voy a llevar a la práctica algo insólito, extraordinario, algo que nunca se ha hecho ningún ser humano en toda la historia de la humanidad. Con mi vasto conocimiento en hipnotismo, volveré a ese hombre al tiempo actual para que nos explique por qué hizo aquel viril hecho años atrás.

Pero  ojo: es un encantador de serpientes; un adulador que te convence con facilidad que algo es blanco… ¡cuando en realidad es negro! Les suplico que, si no lo creéis, preservéis la virtud para que no terminéis como yo, corroído por los resentimientos. Pronunciaré sólo unas palabras para que se aparezca, leerá el texto y sólo tendrá que explicarnos porque hizo lo que hizo:

—Despierta demonio.

¡Vaya, vaya! Difícil de creer cómo se puede convertir una persona cuando sea mayor. Y  encima me nombras demonio, ¿acaso te has olvidado de que eres tú mismo? A decir verdad, sí que me arrepiento por no vivir más intensamente la vida, sin embargo, no me culpo, ¿cómo pudiera imaginar el imbécil en el que me convertiría de viejo?

En fin, te recomiendo estimado yo de mayor, que hagas lo mismo que hacían los espartanos a las personas con problemas. Súbete en el despeñamiento de monte Taigeto y tírate; te aseguro que el mundo se libraría de un decrepito viejo como tú, y sería un alivio para la humanidad. No obstante, no tengo mucho tiempo, amigos, y tengo que exponer por qué hice esto que acongoja, tortura y deja sin conciliar el sueño a mi futuro yo.

De muy joven me ha dado cuenta que tenía una promiscuidad  fuera de común. Al principio me sentía mal, pero gradualmente me percaté que era algo natural; y, ¿por qué tenía que bregar contra mi naturaleza?

Así que asumí lo que era y no sólo eso; además, hice una íntima relación con mi pene que no lo consideraba como un miembro de mi cuerpo; más bien un íntimo amigo.

 Al percibir la beca de atletismo en Estados Unidos  hallé una barbaridad de mujeres guapísimas. En esta época era un célebre atleta, salía en los periódicos y era la admiración de todos; más bien quería decir de todas. Por lo tanto iba de flor en flor como una abeja recogiendo néctar. Sin embargo, por desgracia todo lo bueno termina pronto, en cuanto las mujeres se habían dado  cuenta  charlando unas con las otras me eludían como el diablo la mira; y como era natural evitaban de acostar conmigo.

¡Ay, amigos, pasé un infierno! ¡Lo podréis imaginar  un chaval promiscuo, sin acostarse dos meses! Dios los ampare para que no llegue  ninguno de vosotros en una situación tan desagradable.

Un día caminaba como un león hambriento, buscando su presa, y al entrar en la cafetería de la universidad mis ojos se clavaron en ella. Estaba como siempre guapísima, con su pelo rubio cayéndole sobre los hombros y sus ojos azules relucían una profunda melancolía, luego a mirarme, las lágrimas empezaron a brotar de sus mejillas. Empecé a consolarla. Ella había roto su relación con Dimi, íntimo amigo mío, y después de soportar un lloriqueo soporífero durante una hora la invité en mi apartamento para seguir escuchándola. Al entrar en mi habitación con ella no perdí ni un minuto primero empecé a besarla, luego a tocarla  y, cuando estaba a punto como un cochinillo segoviano preparado  para degustar, escuché al timbre; alguien estaba llamando.

Con la puerta entreabierta le vi. Tenía la mirada lánguida, respiraba con dificultad y le temblaba todo el cuerpo. Clavó sus ojos enrojecidos en los míos y dijo:

—Soti, yo siempre te he admirado como atleta y como persona y tú ¡me lo pagas acostándose con mi novia! Si las personas nos faltamos el respeto y los buenos modales se acabaría este mundo. Sin moralidad el caos se apoderaría de la creación y el ser humano se igualaría con los animales. Por favor, recapacite, no dejes que nuestra amistad desaparezca.

Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Dimi. Tenía que tomar una decisión en cuestión de segundos. Atisbé al fondo donde estaba ella esperándome en la cama con las piernas despatarradas. Miré de refilón mi enorme pene estaba como siempre más tieso que un palo de escoba. Este parecía decirme: “Por favor no me hagas eso.”

Cerré la puerta al rostro de Dimi. Luego, miré a mi hermoso querubín y le dije telepáticamente:

—Amigo, te espera una noche infernal, hay que aprovechar quien sabe que nos depara la mañana: igual estaremos todos muertos.

Y me dirigí a dar su perecido a esta licenciosa, orgulloso por no traicionar mi único y verdadero amigo.

miércoles, 1 de octubre de 2014

El griego y el españolito









 
Hola, amigos. Sigo con mi imparable racha de triunfos. Mi relato “El griego y el españolito” ha sido seleccionado  en el concurso “Aventuras”.  Que también se editará en un libro que se llama Antología de narrativa “Aventuras”. Nos hemos  Participado 2.958 relatos y se seleccionaron 197 . Les pongo mi relato. Un abrazo, Sotirios.





Mi vida ha sido un desastre, todo se me fue a pique. Busqué empleo por todos los sitios, pero la mayoría me ofrecían cuatrocientos euros. Esta crisis me ha destrozado la vida. Así, meditando, escuché en las  noticias cómo algunos japoneses se congregaban  por internet y se suicidaban en grupo. Esta era la mejor idea que había tenido en años. Navegué por la red y por gran sorpresa encontré otros tres desgraciados como yo. Acordamos el lugar y nos reunimos en un acantilado cerca de Santander.
Aquí nos juntamos, un estadounidense, un italiano, yo y un español. Después de una breve conversación nos sorteamos el orden de quién se tiraría al acantilado.
Primero le tocó al estadounidense, corrió como un burro desenfrenado y sólo profirió “Fucking life”.Se escuchó un estruendo horrible; pero no habíamos tenido tiempo ni de pensarlo, cuando el italiano  le siguió en cuestión de segundos. Sólo dijo: “Porca miseria”, y se tiró.
Yo, queridos lectores, soy  curioso de naturaleza. No pude contener mi curiosidad y me acerqué al borde del acantilado a mirar. ¡Dios mío!
—Españolito, ¿no te incordia si tomo unos tragos antes de tirarme?
 –. Claro que no, además, te acompañaré, griego.
Tenía  dos botellas de wiski. Comenzamos a beber primero con cara de preocupación, luego nos pusimos eufóricos. Empezó el español a cantar: “El carro me lo robaron…” Seguí yo con los hijos de Pireas: “Que ena que dio que …” Continuó el español con: “Viva España”… Me levanté y empecé a bailar al sirtaki al estilo Zorba el griego. Se incorporó el español con una chaqueta,  como si hubiera un toro.   ¡Ole! ¡Ole!, decía él. ¡Opa!, decía yo. Menuda fiesta nos hemos montado, queridos amigos.
Por la mañana nos despertamos, y le dije al español:
—Españolito, nos tiramos.
–Sí, pero hoy no; mañanaaaaa.
Bajamos en Santander y nos armamos otra juerga. Así durante un mes, todos en Sardinero  nos conocían y nos llamaban los dos locos. En definitiva, nos hemos enterado que lo que nos faltaba en esta vida era una buena amistad. Alquilamos un apartamento y en seguida habíamos hallado trabajo los dos. Desde entonces vivimos dichosos en esa hermosa ciudad y, gracias al apoyo que nos damos uno al otro, nuestra vida se convirtió en una amena y placentera experiencia. Hemos encontrado dos chicas muy majas; pero esta es otra aventura  que no voy a revelar hoy; se los contaré mañanaaaa.