De Sotirios Moutsanas
Carim nació en una familia
de médicos. Su abuelo fue un prestigioso médico cirujano en el Cairo. Su
padre conoció a su madre haciendo la especialidad de pediatría en el Hospital
Clínico San Carlos. Durante sus estudios se enamoraron y se casaron cuando
terminaron su formación. Cuando los demás niños de su edad no sabían leer ni
escribir él conocía el juramento hipocrático. Hay personas que están tocadas
por Dios y Carim sin duda era uno de ellos. Poseía una inteligencia inusual y
una memoria prodigiosa. Esto le convirtió en un excelente estudiante y le ayudó
a distinguirse de los demás. Sus profesores felicitaban a sus padres por su
intelecto y su buen estar en las clases. Terminó sus estudios con sobresaliente
y cuando estaba a punto de ejercer de cirujano general vio un reportaje en la
televisión sobre Médicos Sin Fronteras. EL reportaje le conmocionó tanto que
sin preámbulos se hizo miembro de la asociación MSF.
Era 9 de noviembre de 2001. Carim recibió una llamada de
Barcelona donde están ubicadas las oficinas de MSF.
Carim, tú sabes claramente que nuestra organización está al
margen de discriminaciones por religión, sexo, raza, política o filosofía.
Nosotros nos ocupamos sólo por el bienestar del ser humano, sanar y cuidar a
nuestro prójimo es nuestro lema. Carim, tus conocimientos en el idioma árabe
son sustanciales para comunicarte, y ser aceptado por la gente de Afganistán.
Te necesitamos, hay muchísimas bajas de civiles y nuestro deber es socorrerles.
Él no lo pensó dos veces, aceptó gustosamente porque como le enseño el juramento
hipocrático: la salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis
preocupaciones.
Al día siguiente emprendió el viaje hacia Afganistán, y de
pronto estaba trabajando duro ayudando a personas maltrechas por la guerra. Al
cabo de dos días tuvieron que visitar un pueblo a veinte kilómetros de Kabul,
porque había muchos heridos, la mayoría niños. Pero según subían por la escarpada
y agreste montaña con los chips, les
atacaron los talibanes matando todos sus acompañantes; sin embargo, mientras
iban a dispararle, dijo en árabe:
—Soy médico y árabe.
-Nuestro jefe decidirá tu destino – dijo uno de los
talibanes.
Le llevaron a la ciudad de Kabul donde había multitud de talibanes
heridos por los bombardeos. Cuando se enteraron que era médico cirujano, no le
costó nada convencerles a prestar su ayuda. Pasó dos días ajetreado cooperando
con otros médicos afganos operando sin descanso y sin la más mínima queja
salvando muchísimas vidas. Pronto llegó a ser muy querido por los familiares de
los heridos, y los médicos afganos le apreciaban por su vasto conocimiento en
cirugía y por la manera de tratar con amabilidad a los enfermos.
Repentinamente hubo mucho alboroto entre los talibanes afganos.
—Tenemos que ir a las cuevas de Tora Bora, en cuestión de
horas los americanos entrarán en la ciudad.
—¿Qué haremos con el prisionero?
—Tenemos que esperar al jefe.
—¿Qué haremos con el prisionero?
—Tenemos que esperar al jefe.
No tardó nada en aparecer su jefe,
un hombre alto y robusto con unas cejas pobladas y una nariz aguileña y grande.
Había un silencio estremecedor. Finalmente,
el jefe talibán profirió:
-Lo siento, pero he de matarte—dijo con el ceño fruncido. El rostro
de Carim languideció, un miedo atroz invadió todo su ser, tenía la frente
cubierta de sudor. Lo único que pudo pensar era rezar a Dios para que se
apiadara de su alma; pero no pudo contenerse, y empezó a llorar a lágrima
suelta.
El jefe de los talibanes hizo un
ademán con la mano para coger su revolver pero entonces para gran sorpresa de
Carim vio algo que superaba su imaginación. Había más de veinte revólveres
apuntando al jefe de talibanes. Sus compañeros con una expresión grave y tensa
dijeron:
-Cómo se te ocurra tocar un pelo
de este hombre te mataremos en el acto. Este hombre es un ángel un enviado de Alá. Gracias a él
hay un montón de compatriotas nuestros vivos. Si te dejamos dañar a este hombre
Alá nos castigará con el fuego eterno
del infierno.
El jefe de los talibanes parecía
sopesar los pros y los contras y finalmente dijo:
-De acuerdo le atamos, en unas
horas los americanos lo encontrarán y lo liberarán. Rápido que tenemos que ir a
las cuevas.
Al cabo de un tiempo llegaron los
aliados y Carim fue liberado. En el campamento de MSF Carim estaba abrazando
efusivamente a otros compañeros médicos
y les contaba su aventura.
Era de noche, el cielo estaba
estrellado. Tres personas sentadas alrededor de fuego charlaban amigablemente.
Estos héroes podrían estar en un lujoso departamento, pero habían preferido una
vida dura donde nadie podía saber que les depararía el mañana. Lo único que
sentían era una felicidad interior porque para ellos curar a los enfermos era
el más grande de los placeres.