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lunes, 2 de septiembre de 2013

Que este culito no pase hambre


(para Esta noche te cuento de Sotirios Moutsanas versión completa)



Las equivocaciones se pagan muy caro.

Estaba en la Gran Vía, llegué a la calle Gravina  y transité pausadamente contemplando los escaparates de las tiendas. Era sábado, la noche era bastante amena, con una luna llena, radiante, que incitaba pasear por la calle. Tenía una sed atroz. Crucé una esquina y entré en un pub abarrotado de hombres; con gran esfuerzo pasé por el gentío pidiendo una cerveza. El camarero me dio un botellín y mientras tomaba un sorbo se me acercó un hombre robusto de baja estatura. Tenía la barba tan negra y larga que parecía el hermano gemelo de Rasputín.

— ¡Hola!—me dijo.

— ¡Hola!— repliqué.

— ¿Te puedo preguntar algo?

— ¿Qué?– contesté.

— ¿Cuánto mide tu polla?

Me quedé pasmado. Vacilé unos  segundos y después dije con toda naturalidad.

—Veintidós centímetros. 

—¡Eh, amigos, este chaval la tiene veintidós centímetros!

De pronto estaba rodeado de diez tíos sonriéndome, hablando de mi enorme pene e intentando entablar amistad conmigo. “Que gente más agradable pensé”

— ¿Te la chupo?— me dijo un hombre con bigote bastante  alto y flaco. “Que dice este mentecato, pensé.” Sin tener tiempo ni de responder sentí alguien palpándome el culo y otro el mismo tiempo tocándome el pene. Me quedé perplejo miré al lado, y vi otro tío que era más feo que un perro sarnoso sacándome la lengua. Estaba totalmente desconcertado .Intuía que algo no iba bien, atisbé al fondo, y vi un montón de hombres morreándose.

— ¿Qué es este sitio? —dije balbuceando.

—Estás en Chueca, en el  mejor local de maricones como tú, guapo.

Mi cara se puso encarnada como un cangrejo. Unas gotas de sudor aparecieron en mi frente y el miedo se apoderó de mí. “Tengo que salir pitando pensé.” Si me quedo dos horas más, no hay duda que tendré un agujero en el culo. Hice acopio de fuerzas e intenté a salir de local pidiendo perdón y empujando  para llegar hacia la salida. Durante el recorrido, todo el mundo me tocaba el culo mientras una  voz me susurraba en el oído:

“Que no me entero que este culito pase hambre”