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domingo, 25 de agosto de 2013

El gran secreto

(de Sotirios Moutsanas)




Hay ciertas cosas en la vida que nadie puede explicarlas, ni tampoco existe una contestación lógica. Eso me pasó a mí. Estuve en el lugar y en el momento equivocado. Alguien quería suicidarse y por mera coincidencia yo estaba allí. Tuve una corta conversación con él y le salvé la vida. Se montó una buena, televisiones, periódicos, radios… Me convertí en un héroe  de un día a otro.
Después de tres meses, el burlón destino volvió a jugarme la misma mala pasada. Un cliente en el hotel donde me hospedaba quería tirarse por la terraza. Subí, hice lo mismo que con  el primer suicida, y bajó como un angelito. Eso sí que fue el colmo de mi repentina fama. Como pasó por segunda vez, me llamaron de todo, «maestro», «fenómeno.» Esta vez salí en todos los medios de comunicación existentes y llegué a ser famosísimo en todo el país.
 En principio mi historia parece simple, de repente salvaba a dos personas y quedaba conocido nacionalmente por un tiempo. Y parecía que ahí terminaba todo. Pero no, queridos lectores, en absoluto. Así empezó mi pesadilla y mi desgracia. Cada vez que alguien intentaba suicidarse y los psicólogos y los policías no podían convencerle, me llamaban a mí. Yo no quería de ninguna manera tener que ver con el caso, pero era imposible. Me decían  «¿Cómo usted puede dejar morir a un ser humano? Usted, que tiene el método, tiene la obligación moral de salvarle.»
Así que cedí. Uno detrás de otro, los suicidas acataban mis instrucciones. El mundo se rindió a mis pies. Me convertí en un celebrity: salía en las televisiones, radios, y periódicos, más que muchos otros famosos. Todo el mundo quería conocer el gran secreto: cómo convencía a los suicidas. Pero yo no me atrevía a contarlo. Don Sotirios, me suplicaban los psicólogos, tiene que revelar a la humanidad la verdad. ¿Se imagina si le pasa algo?, continuaban, no puede privar a la humanidad de su secreto.
Cada día me atosigaban más y más con el tema de revelar el enigma, pero yo estaba indeciso. De súbito recibí otra llamada, uno en un hotel iba a arrojarse al vacío desde la azotea.
Cuando llegué al lugar, subí por las escaleras y dije a todos que me dejaran solo con el hombre. Todos obedecieron, puse una cara de pocos amigos, me acerqué a él y proferí.
–Hijo de p…, me c… en tus muertos. Mira p… cambrón,  contaré hasta cinco, y como no bajes, juro por Dios y por mis hijos, te tiraré yo mismo por la azotea ahora mismo.
El hombre se puso más pálido que la harina. Las pupilas de sus ojos se dilataron. El pelo se le puso de punta como un erizo. Unas gotas de sudor aparecieron en su frente y un temblor se apoderó de todo su cuerpo. Yo mientras estaba contando y, cuando estuve en el tres, se puso con el rabo entre las piernas como los perros, y bajó  a toda velocidad. En su semblante se reflejaba el miedo y el terror. En el salón del hotel todos me congratulaban. Me había convertido sin querer en un personaje  extraordinario para todos. Las televisiones, los radios, los periódicos, me daban la enhorabuena por los ya treinta y tres seres humanos salvados.
En las siguientes semanas la presión fue insoportable. Finalmente no pude más. No podía soportar tan buenamente como antes  callar mi método para detener los intentos suicidas. Al fin, decidí acceder a contar el gran secreto. Alquilaron un gran anfiteatro donde supuse que tenía que contar al mundo mi verdad. Cuando llegó el día, mis nervios estaban a flor de piel. Tuve que entrar en una sala abarrotada de cinco mil personas. Entre ellas, psicólogos, criminólogos, políticos y famosos de todas las artes. Subí al estrado con cautela. La gente no paraba de aplaudir, mirándome con admiración y gritando mi nombre: «Sotirios, Sotirios.»
Este es mi final, pensé, ¡Jesucristo sálvame! Menos mal, con el nombre  de señor me acudió de inmediato una idea. Tiré mis preparados escritos en la papelera y comencé  a hablar:
— Queridos amigos, ¿habéis escuchado que Buda tenía un aura de tres kilómetros, y que todos en su alrededor se ponían felices? ¿Recordáis cuando nuestro  señor Jesucristo dijo la famosa frase: «El que no cometió pecado, que tire la primera piedra»? En esto consiste el secreto de mi éxito. El poder de la palabra. Cuando una persona profiere palabras bonitas, como por ejemplo «Te quiero», te hace sentir bien;  cuando de opuesto  profiere palabras feas, te hace sentir mal. El poder de las palabras te convierte en un ser lleno de amor con un poder inimaginable.
Hace muchos años, queridos amigos, que practico yoga y otras artes como meditación transcendental. Eso me ha convertido en un transmisor de energía y de sentimientos positivos hacia los demás. Seguí así largo rato, hablando con una elocuencia y destreza que me sorprendió a mí mismo. El público se había quedado con la boca abierta cuando terminé, enseguida se pusieron a ovacionarme. Después de bajar de estrado, todos me  halagaban diciéndome  que soy un ser único y especial. Todos querían apretarme la mano y estar cerca de mí.
Tras escaparme  un momento, fui al baño. Me lavé con agua la cara y me miré en el espejo. Me sentí despreciable. Entonces dije al espejo, igual que se habla con alguien:
–En menudo lío te metiste. Parece que te llevó un tornado y lo único que falta es el lugar y la hora donde te vas a estrellar.





Mi querido objeto

(de Sotirios Moutsanas)



Amigos, lo mío es difícil  de entender, es algo muy peculiar e inédito. No sé si habéis escuchado sobre personas que se enamoran de objetos. Sí existen, aquí  tienen a uno de ellos. Había una época que me enamoré con una batidora, pero me pasó otra vez con una tostadora, también lo superé. Pero por infortunio  todos mis contratiempos  empezaron cuando pasé al lado del escaparate de un sex-shop. Es difícil de entenderlo  pero me enamoré con un consolador negro. Lo peor de todo es que soy  absolutamente  asexual. Eso significa que no me gustan ni las mujeres ni los hombres. ¡No! amigos tampoco  practico nada  conmigo mismo, no conozco el sexo. Con pocas palabras me repulsa  todo contacto sexual. Mi mente es totalmente pura. No me agrada el sexo ni de pensamiento ni mirarlo, es decir soy más puro que el oro de 24 quilates.

 Así que cuando entré en la cafetería de Círculo de Bellas Artes donde soy socio, sentí la necesidad de poner mi gran amor en la mesa. Me parece incorrecto ocultar mi objeto favorito ¿Cómo se puede amar algo escondiéndolo? Los mozos se enfadaron mucho conmigo. Me llamaron de todo excepto hermoso. Tras echarme de la cafetería uno de ellos me tiró a la cabeza mi objeto favorito, produciéndome un chinchón que todavía conservo. Gracias a mi nuevo amor, poco a poco perdí a mis amigos, mis relaciones, mi vida entera se transformó en una pesadilla.

Ahora, en este barranco tiraré mi querido objeto para librarme de mi desdicha.

—Adiós, mi querido objeto. Te amaré hasta el fin de mis días, estarás siempre  en mi corazón.

No te voy a olvidar jamás. Cogí el  consolador y con lágrimas en los ojos lo tiré por el barranco. De súbito, escuché una voz en la parte de abajo.

—¡ Has visto , maricón! Te lo he dicho que Dios nos quiere. Mira que nos mandó el cielo.

El mundo se me cayó encima. Me sentí sucio y despreciable. Mi querido objeto en las manos de personas licenciosas. Quería morirme.

Finalmente transcurrió mucho tiempo y por suerte me enamoré de un libro: Don Quijote de la Mancha. Por fin recuperé todos mis amigos, mi estatus social, y claro, mi felicidad. Lo más agradable es que puedo tener conmigo mi querido objeto sin ningún problema. Lo único que deseo es que me dure mucho tiempo. Encima todo el mundo me elogia por tener siempre conmigo el Don Quijote de la Mancha.

El griego y el españolito

(de Sotirios Moutsanas)



Mi vida ha sido un desastre, todo se me fue al pique. Busqué trabajo por todos los sitios, me ofrecían la mayoría cuatrocientos euros, vamos una pasta, sólo de electricidad este mes he pagado cientocicuenta euros: esta crisis me ha destrozado la vida. Así, meditando, escuché en las  noticias cómo algunos japoneses se reunían por internet y se suicidaban en grupo. No espere más. Esta era la mejor idea que había tenido en años. Navegué por internet y por gran sorpresa encontré otros tres desgraciados como yo. Acordamos el sitio y nos reunimos en un acandilado cerca de Santander. Por cierto, queridos amigos, yo soy griego, me llamo Sotirios.
Aquí estamos reunidos, un estadounidense, un italiano, yo, y un español. Después de una breve conversación nos sorteamos el orden de quién se tiraría al acandilado.
Primero le tocó al estadounidense, corrió como un burro desenfrenado y sólo profirió “Fucking life”.Se escuchó un estruendo horrible. Pero no habíamos tenido tiempo ni de pensarlo, cuando el italiano  le siguió en cuestión de segundos. Sólo dijo: “Porca miseria, y se tiró.”
Yo, queridos lectores, soy escrupuloso y a la vez curioso de naturaleza. No pude aguantar mi curiosidad, así que me acerqué al borde de acantilado y miré. ¡Dios mio!
—Españolito, ¿no te molesta si tomo unos tragos antes de tirarme?
 – Qué dices– me dijo él–. Claro que no, además, te acompañaré.
Tenía en la mochila dos botellas de wiski. Empezamos a beber primero con cara de preocupación, después nos pusimos eufóricos. Empezó el español a cantar: “El carro me lo robaron…” Seguí yo con los hijos de Pireas: “que ena que dio que tría que tésera pedia…” Continuó el español con: “Viva España”. Me levanté y empecé bailar el sirtaki al estilo Zorba el griego. Se incorporó el español con una chaqueta, montando un numerito como si hubiera un toro.   ¡Ole! ¡Ole!, decía él. ¡Opa!, decía yo. Menuda fiesta nos hemos montado, queridos amigos.
Por la mañana nos despertamos, y le dije al español:
—Españolito, nos tiramos.
–Sí —me contesta—, pero hoy no. Mañanaaaaa.
Bajamos en Santander y nos montamos otra juerga. Así noche tras noche durante un mes, nos conocían todos en Sardinero y nos llamaban lo dos locos.
Yo, queridos lectores, siembre le preguntaba al español cada día “Nos tiramos” y él me daba la misma contestación “Sí, pero hoy no, mañana.” Al fin nos hemos enterado que lo que nos faltaba en esta vida era una buena amistad. Alquilamos un apartamento y en seguida habíamos encontrado trabajo los dos. Desde entonces vivimos felices en esa hermosa ciudad y, gracias al apoyo que nos damos uno al otro, nuestra vida se convirtió en una amena y placentera experiencia. Hemos encontrado dos chicas muy majas, pero esta es otra historia que no voy a revelar hoy, se lo contaré mañana.