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martes, 15 de julio de 2014

Valentina

Amigos este es el libro donde participo con mi relato Valentina. Un abrazo a todos , Sotirios Moutsanas.


Valentina , de Sotirios Moutsanas

Estimados amigos , me acaba de recibir un email www.letrasconarte.es donde me han informado que mi relato Valentina fue publicado en un libro que se llama "Antología
I Concurso Relato Corto de Terror" . Le cuelgo mi relato para que lo podáis disfrutar.

                                              Valentina





La primera vez que contemplé a Valentina me deslumbré por su belleza, era como mirar al mismísimo sol con los ojos abiertos. Ni lo más grandes pintores,  ni los más célebres poetas hubieran podido concebir jamás un rostro tan bello. No existe palabra, ni imaginación humana para que describiese su inconmensurable beldad.
Al desposarme con Valentina,  mi vida se transformó en un cuento de hadas: era como vivir con un ángel. Su mera presencia hacía que los días fueron siempre esplendorosos.
Pasaron dos años de mucha felicidad. Cuando el doctor Chejov tuvo que examinarme a causa de un tos persistente. Se me encogió el corazón a decirme que tenía menos de seis meses de vida. No pude conciliar el sueño no por miedo a la muerte, simplemente, no podía aguantar la idea que alguien excepto yo pudiera estar con Valentina besarla o disfrutar su compañía me volvía loco de celos.
Actué con rapidez sin demorar un segundo. Ordené a construir un mausoleo con las inscripciones de Valentina y las mías. Encontré al más célebre toxicólogo de Rusia. Al hablar con él decidí que lo mejor era un veneno que paralizaba todo el cuerpo excepto la boca y los ojos; y a los quince minutos de ingerir el veneno, la persona fallecía.
Era nuestro aniversario planeé todo escrupulosamente.  Después de una  agradable velada,  descorché  un champán  y puse con disimulo el veneno.  Brindamos  por nuestro amor  y bebimos de nuestras copas. Miré a mi amada Valentina y me enteré que ella disimulaba que tomaba el vino, cuando en realidad sólo se mojó los labios. Mi cuerpo se entumeció; ya no podía moverme y en el rostro de Valentina estaba dibujada una sonrisa malévola.
— ¿Qué te pasa cariño?—dijo con su voz musical. Cuando hablé con el doctor Chejov no tarde de convencerle para que me dijese la verdad. Al ver el mausoleo con nuestros nombres ya esperaba lo peor. Pero, en el momento que te visitó el toxicólogo no tuve la más mínima duda de tu diabólico plan. No fue nada difícil a intuir que ibas a utilizarlo al final de la velada. Sin embargo, queridísimo esposo, no quiero que te vayas al otro mundo  sin mi última sorpresa.
De la puerta entró un joven apuesto y empezó a besar a Valentina en mi presencia. Con un  esfuerzo pude pronunciar mis últimas palabras con voz empañada.
— ¡Maldita seas Valentina! ¡Eres una vibo…!

martes, 1 de julio de 2014

Diario de un promiscuo

De Sotirios Moutsanas




Mayo 1985: Los Ángeles California.
Quizás me quedan unos días de vida, o a lo mejor unas semanas: con suerte un par de meses. He decidido  escribir este relato con el firme propósito que pueda servirle a alguien como ejemplo para que no llegase a cometer un día  las mismas equivocaciones que yo.
De joven era ya muy alto, media 1,92 tenía los ojos azules como el mar, pelo rubio y un cuerpo escultural. Mi inteligencia muy aguda, mi buena educación, y una voz melodiosa culta y elocuente me habían ayudado a seducir las chicas con suma facilidad. En la vida hay gente  que colecciona sellos, monedas, mariposas y un gran etc.
Ahora viene lo increíble en mi caso: yo coleccionaba mujeres. Era como los toros bravos, simplemente, una vez que me acostaba con una mujer jamás repetía. Me era indiferente  el color, la edad, si era fea, guapa, gorda o lo que sea. Lo único que me interesaba era acostarme con ellas. Durante  el transcurso de mi existencia desarrollé técnicas de amor inverosímiles; pero les aseguro que es verdad. Llegué a hacer el amor con mujeres  sin tocarlas sólo utilizando mi fuerza mental. Lo que me hacía más dichoso era acostarme con mujeres frívolas; frías como el hielo, con mi conocimiento de las técnicas tántricas las hacía felices y me llenaba de complacencia cuando llegaban al clímax.
Todas las mujeres se enamoraban de mí, para no seguir con ellas tuve que inventar un pretexto bastante creíble. Les decía que me había enamorado  de una chica de Santander que se llamaba Ana y me sentía mal traicionarla.
Pasaron los años y yo seguía acostándome con multitud de  mujeres; pero un día llegué a acostarme con la mujer 9.999, o sea, faltaba sólo una para el 10.000. Decidí  cambiar actitud, vida y formar una familia, hacer hijos, con pocas palabras  a sentar la cabeza y dejar mi vida voluptuosa. En realidad  la mujer 10.000 sería la última. Busqué con ahínco una mujer de belleza singular para celebrar el fin de mis andaduras.
Hallé un hotel de cinco estrellas, compré  un buen champán, fresas con nata, puse velas aromáticas en la estancia y pétalos de rosa en el baño. La música amorosa que flotaba en el ambiente  provocaba una sensación muy agradable y un despertar de los sentidos sensuales.
Al entrar en la habitación parecía la reencarnación de un ángel. Su beldad resplandecía por todos los sitios. Al desnudarse se podía contemplar un cuerpo perfecto. Su cabello largo, tupido castaño claro le caía sobre los hombros. Sus ojos azules, grandes brillaban con un fulgor magnífico. Su voz sensual despertaba el deseo e incitaba al desenfreno. Llevaba lencería negra que se volvería loco de placer cualquier  mortal. ¡Y los labios!  ¡Ay, esos labios carnosos, sensuales, sólo contemplarlos daba deseos de besarlos!
Hice el amor con ella con ternura, delicadeza, y combiné  técnicas tántricas que la hicieron inmensamente feliz. Finalmente, después de seis horas de hacerle el amor  interrumpido, ella tuvo multitud de orgasmos y acabó como todas las mujeres, llamándome maestro y enamorándose de mí.
Al pasar tres meses me sentía con unos extraños mareos y tuve que ingresar en un hospital para hacer unos análisis.
—Tranquilo, doctor, tampoco es para tanto, no hay problema que no se solucione con una inyección.
—Lo siento, pero, tiene usted  V.I.H
— ¿Y qué es eso, doctor?
—Es un virus, una enfermedad nueva, sin embargo, es incurable y por desgracia conduce a la muerte. Por el momento no hay cura.
Al escuchar las palabras del doctor hizo que un escalofrío me recorriera la espalda y un sudor frío  manó de mi frente,  se me heló literalmente la sangre en las venas.
Esa es mi historia, amigos, como veis me queda poco tiempo de vida, pero seguramente quisierais preguntarme si me he arrepentido. Al pensarlo en serio desde luego que no, no me arrepiento. AL fin y al cabo todos moriremos  un día, no obstante, tengo que dar la razón  a mi amigo Rafa. Él siempre  me decía “Donde tengas la olla, no metas la polla”
JA, JA, JA. (Y el protagonista se murió)