Entré en la majestuosa mansión y esperé a la duquesa de
Lalba. Mi insolvencia y la necesidad de encontrar empleo me producían estrés
durante la espera. Mi ventaja, mis conocimientos culinarios y mi experiencia en lo equino; mi
desventaja, mí avanzada edad. Apareció la duquesa, se acercó hacia mí y profirió:
—Don Sotirios, vuestras referencias son inmejorables. Está
usted contratado, pero primero tiene que escuchar sus deberes y si está de acuerdo puede empezar a trabajar.
—Soy todo oídos duquesa.
—A las 6:30 se levantará para preparar el desayuno a mis
nietos, después vestirles, y llevarles al colegio. A las 9:30 tiene que limpiar
las veinte habitaciones, los ocho baños,
quitar el polvo, y después descansaraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. A las 11:30 tiene
que dar a comer a los caballos, lavarlos, barrer el establo, y después
descansaraaaaaaaaaaaaaaaa. A las 12:50 tiene que preparar la comida y…
De pronto aparecieron
dos hombres del Samur con una camilla y un hombre en ella que tenía la cara más
roja que el fuego.
—¡Este es el que descansaaaaaaaaaaba duquesa!
—Don Sotirios, veo que además de competente es también
sagaz.
Lo único que tendría que hacer era aguantar seis meses,
comprar mi nicho, y por fin. Descansaaaaaaaaaaaaarrrrr.
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